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Corrupción

Agujero Negro

 

Por: Arturo Moreno * 

En la primera quincena de setiembre, en un partido oficial de liga jugado entre dos equipos de Huando, y por tanto un “clásico”, un árbitro convirtió la terrosa cancha del Julio Lores Colán en un ring de box, siendo él uno de los contrincantes. Hubo, en lo pugilístico, clara y vergonzosa ventaja: era él la autoridad en el campo. Pensó, posiblemente, que tenía todas las de ganar y nada que perder. Craso error. Inutilizó su mayor bien: la soberanía. Perdida ésta, el espectáculo devino en una ignominia que todos los asistentes al estadio condenaron.

La autoridad es inherente a los cargos públicos, al comando institucional público o privado, al temporal personaje que asume ese mando estacional de acuerdo a normas y reglamentos (como el árbitro en una lid deportiva) u, obvio, en el entorno familiar, al padre y la madre en una conjunción vital. El principio de autoridad es una condición sine qua non. Lamentablemente, creo no equivocarme, lo que causa su desaparición es la desidia, la ineficacia o la inhabilidad de la(s) persona(s) investida con el encargo supremo. La falta de autoridad, también, da origen y sostiene a la corrupción.

En la vida de una sociedad existen normas (leyes, ordenanzas, decretos, Etc.) que todos debemos cumplir y hacer cumplir. El caos en una ciudad, en un ente, en una familia, sucede cuando el principio de autoridad queda anulado. Nadie acata las leyes. Todos, o casi todos, hacen lo que mejor les parezca. Huaral es un claro ejemplo, con graves problemas que impiden una convivencia ordenada y tranquila.

Punto uno: el comercio informal, llamado “ambulante”, que no lo es porque gran parte de los vendedores se asientan en un lugar. Muy recordado será el 15 de setiembre del 2004, porque se puso fin a la ocupación de Cahuas, 28 de Julio y Del Solar, antiguos ejes del comercio. En aquella ocasión el alcalde Jaime Uribe demostró que tenía mando, autoridad y coraje para asumir decisiones. Siete años han pasado a este 2011 y todo cambió. En el centro –zona rígida, según normas– hay calles donde los ambulantes son más que los peatones y se ofrece de todo, hasta pescados fileteados en la misma vereda.


Punto dos: el tránsito vehicular y todo lo relacionado a él. Mototaxis por doquier, situando paraderos donde sea, circulando con música a todo volumen, conducidos por menores de edad o adultos, mujeres y hombres, que carecen de licencia. Motos lineales en número creciente, manejadas también por personas sin licencia, sin cascos de protección. Inclusive, sin placas. Colectivos, combis y custer de transporte público que recogen pasajeros donde quieran, que sitúan paraderos como les da la gana (Cahuas, entre Colán y Castilla, es digno ejemplo de esa anarquía), que hacen limpieza de sus unidades en plena vía ensuciándola y mojándola con desparpajo. Y el estacionamiento en las calles, ni que decir. ¿Para qué gastan en señalización si todos se zurran en ella? ¿Para qué está la policía si no es para hacer cumplir las ordenanzas y el Reglamento de Tránsito?.

Díganme: ¿la falta de autoridad no genera corrupción? ¡Claro que sí! ¿Si no, cómo se llama la coima que los choferes o mototaxistas dan para seguir haciendo lo que les da la gana? Si Luis Colán, calle Derecha, Morales Bermúdez, son arterias prohibidas para el parqueo ¿por qué hasta los inspectores de tránsito ayudan a los particulares a estacionar?.

Hay mucho mas para decir: gente que baldea veredas a su gusto y arroja agua sobre el asfalto, pese a que hay normas que lo prohíben; gente que construye sus inmuebles, pero destruyen áreas verdes con sus desmontes o materiales; gente que ocupa el retiro municipal o la vereda, o la propia pista para sus negocios. El crecimiento de “huecos” en todas partes. Son cantinas de mala traza, pululadas por gente nada confiable, sobre todo las mujeres que dicen “trabajar”. Nadie pone coto, nadie dice nada. ¿Por qué? ¿No les importa Huaral?.

“La letra con sangre entra” es un viejo refrán que se aplicó desde la edad media y, para suceder generaciones, fue resaltado por el gran Miguel de Cervantes en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Creo que las autoridades –llámese municipalidad, policía, gobernación, Etc.–  tienen las normas y la potestad suficiente para aplicar sanciones. Cada quien en su parámetro, en su “cancha”. Simplemente hay que tomar decisiones que beneficien a la ciudad, a la mayoría de los vecinos. Caso contrario, están demás.

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* Periodista

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